Hoy, día 25 de marzo, lunes en el que tenemos que recordar a otras tres mujeres asesinadas en nuestro país por violencia de género, queremos dejar aquí la reflexión de una interesante mujer, la profesora iraní Nazanín Armania, exiliada en España, que nos lleva a pensar en las raíces de este grave atentado contra los derechos de las mujeres que siguen siendo una grave lacra social ante la que much@s siguen volviendo la cabeza. ¿Por qué?
A LAS 12'00 HORAS, CONCENTRACIÓN EN EL HALL DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA PARA MANIFESTARNOS EN CONTRA DE LA MISMA.
Nazanín
Armanian
Fumata rosa, contra el humo negro y
blanco del Vaticano. Así, las activistas católicas exigían la ordenación
sacerdotal de la mujer. Ellas ya conocían la inquietante respuesta de la Santa
Sede: es igual de pecaminoso el sacerdocio femenino que la pederastia.
Equiparación cuya intención no ha sido ofender (¡aún más!) a las mujeres, sino
rebajar el grado de la criminalidad que hay en el abuso a decenas de miles de
niños.
El Vaticano como
Estado es el único del mundo donde las mujeres aun no tienen derecho a voto.
Pero, aunque se tiñan de rosa todas las instituciones religiosas del mundo y
con mujeres en sus cónclaves, no cambiará nada si los textos sagrados, la
fuente principal de la violencia física, psicológica y económica que sufre la
mujer en nombre de Dios, no se conviertan en objeto de estudios críticos. Las
interpretaciones “progresistas” que menosprecian la inteligencia y el
conocimiento de la audiencia, solo retrasan aún más estas reformas tan
necesarias para los derechos de las propias mujeres creyentes. Estas
instituciones arcaicas, oscuras y con ideas antinaturales, han sobrevivido a lo
largo de la historia, principalmente, gracias a la manipulación de los
complejos sentimientos religiosos de sus feligreses, utilizando la pedagogía
del terror terrenal y celestial, esperanza, castigo y recompensa, dependencia
económica, etc., y quienes las gestionan no cambiarán su estructura si hasta
hoy les ha dado magníficos beneficios sin traba alguna.
No deja de ser otra
trampa que las activistas judías, cristianas y musulmanas presenten su afán de
manejar el poder, como la lucha “feminista” sin reformar la mirada vejatoria y
misógina de dichos textos hacia la mujer. Si no, se convertirán en otro
transmisor de la visión del hombre primitivo sobre la mitad de la humanidad.
Las llamadas
“feministas islámicas”, nacieron en la década de 1990 en Irán, una vez que fue
aplastado el movimiento laico de la mujer. Eran esposas e hijas de las autoridades
del país, que empezaron a sufrir en su propia piel lo que significa ser
considerada menor de edad eternamente con incapacidad mental incluida, y
necesitada de un tutor varón aunque tuviera 50 años y varios títulos
universitarios. Sus intentos de “interpretar” las leyes coránicas a favor de la
mujer fueron frustradas: ningún ayatolá estaba dispuesto a ceder ni un ápice de
los derechos divinizados masculinos. Pues, el problema principal no está en los
líderes-hombres de la religión, sino en la propia cosmovisión y por ende en su
“programa” político-social.
¿Cómo ven estas
mujeres los mil y un consejos de los “Libros” a los hombres sobre cómo oprimir,
golpear, torturar, violar y matar a las mujeres, incluso sin motivo alguno?
Todos conocéis el relato de Lot del libro Génesis, el mismo utilizado
por los homosexuales cristianos cuando intentan dar otra explicación al motivo
de la destrucción de Sodoma. Sería tema de otro artículo la homosexualidad en
la Biblia y en el Corán. Lo que nos interesa aquí es mostrar hasta qué punto un
hecho escalofriante de un relato tantas veces narrado, no ha levantado la ira
de nuestras “activistas”, cuando Lot dice: “Yo tengo dos hijas que no han
conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere;
solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de
mi tejado”.
Qué clase de padre
puede proponer a unos hombres violar a sus dos hijas que, siendo vírgenes,
deberían tener menos de 12-13 años, pues a esta edad ya estarían casadas. Si
tan hospitalario era, ¿por qué no se ofreció él mismo? Han integrado la
violencia contra la mujer en nuestras culturas hasta tal punto que han anulado
nuestra capacidad de reaccionar ante tales barbaries. Ahora que la derecha está
devolviendo a Dios a las aulas, podría analizar cada uno de los capítulos de
los libros sagrados, sin complejo, censura y miedo.
Que expliquen a los
creyentes cómo puede llegar a ser profeta un señor como Abraham, que abandona a
su propia esposa e hijo pequeño en el desierto para que muriesen de hambre y
sed. Hoy estaría acusado de maltrato y dos intentos de asesinato. Y aún hay
madres que ponen el nombre “ibri” y derivados, a sus recién nacidos.
La plaga de pederastia
que azota a la Iglesia no es fruto del celibato —la mayoría de los violadores
de niños están casados e incluso abusan de sus propios hijos—, sino del
machismo que autoriza al hombre ejercer el poder sobre la mujer y sobre los
niños. Se trata de un patriarcado que durante siglos ha sido santificado bajo
la firma del propio Creador.
No hace mucho, la
religión se presentaba como la última garante de la moral y ética en una
sociedad capitalista que había creado a un nuevo Dios: el dinero. A los jefes
religiosos hoy no les queda ni eso. Han podido servir a la vez “a Dios y a
Mammón”, y a otras divinidades y demonios terrenales sin despeinarse.
Que las “feministas”
religiosas pretendan aplicar la misma versión arcaica-patriarcal de su religión
agravará el problema de la discriminación de la mujer.
De Creadora a criadora
Hubo un tiempo en que
Dios fue mujer. Varios miles de figurillas encontradas en Mesopotamia, Sumeria
y Susa, Perú, Rusia y China muestran hasta qué punto ellas dominaban el cielo
de aquella gente y sin duda también su tierra. Eran las Creadoras, pese
a que en la exposición titulada Siete mil años del arte persa y
organizada por CaixaForum habían puesto la etiqueta “mujer” debajo de cada
estatuilla: ¿Qué afán de negar su dimensión divina? Si se trataba de “mujeres”,
¿por qué no han encontrado miles de figuras de hombres, niños o ancianos? Al
admitir la existencia de aquellas deidades, tendrían que cambiar su relato
“creacionista” con la de “evolución de la especie” y de la sociedad humana, y
eso despojaría la santidad y la eternidad al patriarcado.
La propiedad privada y
la aparición de los primeros guerreros-héroes acabaron con el poder de las
mujeres y también con las deidades femeninas. Las tablillas que muestran
rostros de mujeres barbudas, exhiben este periodo de transición. A partir de
ahora, solo eran “creadoras” de los herederos del hombre. Tarea tan primordial
que en el islam una madre puede pedir recompensa económica al marido por
amamantar a los hijos en común. ¿Un chollo? No: ella nunca es tutora de sus
propios hijos. Se los arrancan cuando quieran.
Sorprende que las
mismas mujeres menospreciadas por sus dioses, que les colocan en el Décimo
Mandamiento junto con otras propiedades del hombre: el buey y el asno, sean las
más fieles. Pues, obediencia más resignación, quizás sea igual a algo de paz en
la “otra” vida.
En las sociedades
capitalistas avanzadas las mujeres son el “segundo sexo” y se enfrentan a un
techo de cristal para avanzar; donde la religión tiene peso, caen en la
categoría de “subgénero” y se enfrenta a un techo de hormigón armado.
Este mundillo tenebroso vuelve a necesitar más Luz y más Razón.